lunes, 22 de marzo de 2021

Lunes de Feria I

Iniciamos hoy una serie sobre los lunes de feria en el concejo de Boal. Estas ferias de ganado alternaban cada lunes entre Boal y El Gumio. Comenzamos trayendo aquí una crónica aparecida en el periódico La Nueva España el 14 de octubre de 1955, firmada por el redactor Eugenio de Rioja, enviado especial al concejo y que además de este artículo, publicaría otros cinco sobre nuestro concejo.

Transcribimos aquí la crónica original y publicamos dos imágenes. La primera es una composición de las dos páginas del periódico en las que aparecía la crónica. La segunda es una copia de la fotografía que aparece ilustrando el artículo y que procede del archivo de D. Félix Bousoño Martínez.




 
En una posada -a lo antiguo- con luz propia de un grupo electrógeno -a lo moderno- que hay en El Gumio a cinco kilometros de Boal discuten “por lo bajines” tres tratantes. Está decorada como todas, con sus mesas y bancos alargados, mesas de pino refregadas con lejía y esparto para que el vino y el agua de los vasos dejen un cerco rojo; para que el jamón que cae del plato sepa a cloruro de cal. Del techo penden ristra de cebollas, la mejor decoración para un restaurante de Piccadilly Circus que se llama Casa Pepe y que felicita las pascuas con unos tarjetones en que invariablemente el tema es un porrón y unas cebollas, las apreciadas “Spanish Onion”.
Nuestros tratantes apenas se alteran, como si estuvieran de relleno en una escena del mesón en el “Tenorio”. Comentando esto con un interlocutor amable, con el veterinario don Bernardo Martín Barrado de Bazán, me dice:
- No tardarán mucho en alborotarse; es un proceso que se repite a menudo.
- ¿Una tradición o un rito?
- Una mecánica más bien. Un producto de la psicología de estas gentes.
En efecto, poco después se alborota un poco aquella ocasional tertulia de los tratantes. Como si un director de escena les hubiese dado paso para dejar en segundo término los ruidos ambientales de la posada en esta hora de la caída de la tarde, cuando la feria termina.
Discuten nuestros hombres sobre el precio, un precio que nadie sabe más que ellos.
- Cien arriba -dice uno-; si no -añade-, nada…
- ¡Estás loco! -contesta otro- No los vale ¿Creíste que tiene un xato de oro?
Hay un tercero que es el de la concordia, el neutral, el mediador, el que pone una subida de solo cincuenta.
Fuerte, un puñetazo en la mesa. Uno de los tratantes increpa al tercero, que por lo que se ve, es tercero en discordia.
Añaden números, quitan cifras, discuten y, por fin, parece que llegan a un acuerdo. Vuelve entonces el casi silencio.
Hablan bajo y celebran el acontecimiento pidiendo unos platos de arroz con carne, unos platos con montañas de granos blancos y algún que otro tropiezo. En la cocina, esos días de feria preparan el arroz en cantidades masivas. Lo hacen bien, sabroso, suelto, como para darle una lección a tontos cocineros de oficio que preparan bazofia para los hospitales de nuestra Beneficencia utilizando materias primas de la mejor calidad.
Con el arroz se ha sellado un trato.
Nadie en el concejo, salvo los tres hombres de nuestro caso, sabría deciros en cuanto ha sido vendida la res. Me lo explica el veterinario:
- Es imposible, aun “estando en el ajo” desde el principio, saber cuál es la cantidad, el precio. El mero espectador solo se da cuenta de que suben y bajan números, de que hacen comentarios socarrones y de que si interesa la transacción a la postre, donde se cierra es en torno a un plato de arroz.
- Por eso hay tantos mesones en El Gumio -comento.
En efecto, El Gumio, lugar de Rozadas, a cinco kilómetros de Boal, es nada mas que eso: un ferial donde las reses están en terrazas naturales sobre la falda de un suave declive, como si se mostrarán en una exposición preparada. El visitante se da cuenta enseguida de la calidad y cantidad del ganado presentado como en estanterías por la configuración topográfica. El Gumio es -como digo- el ferial y seis o siete mesones mas una capillita que decoró Patriarca San José un chofer del que otro día les hablaré. Los mercados se celebran un lunes aquí y otro en la capital del Consejo, en la plaza del Ayuntamiento.
Cuando se celebran las ferias en Boal, las vacas tienen un carácter casi sagrado. Llenan la plaza principal, y las calles de la villa. ¡Hay del que quiera enmendarle la plana a la tradición! Sería una nota fuerte en este pueblo donde todo es paz y bucólica armonía. Los comerciantes defienden a toda costa la pervivencia de este mercado, aunque las vacas o los xatos entren en la tienda y pisen esas mercaderías que van de la puntilla al papel de lija, pongo por caso, en esos comercios en que hay de todo para que todo tenga el que nada quiera echar en falta a la hora de bajar al mercado los lunes.
Los lunes, habitualmente, en Boal o en el Gumio -un día en un sitio y otro en otro- entran en la feria unas 500 cabezas de ganado que tienen un precio de entre seis y siete mil pesetas cada una. Para Oviedo y Siero salen tres o cuatro camiones con 18 o 20 reses cada uno. Es ganado de carne que tiene aquí una cotización de 9 a 10 pesetas kilo, cotización que, aunque sea en vivo, nos da una idea de cómo sube la carne hasta llegar a las 50 Pts que ha de pagar el consumidor. Este ferial, que se celebra cada semana, es uno de los más importantes del occidente de Asturias. Vienen a comprar desde Cataluña y Bilbao y a vender y comprar viene de Fonsagrada, Mondoñedo, del Valle del Oro, de los Oscos, de Castropol, Vegadeo, Tapia, La Caridad y Navia. Algunos andan cinco horas para celebrar un “había arreglo” ante el plato de arroz con carne de la fonda o de la posada, según el lugar donde se haya celebrado el trato.
El censo ganadero del concejo en si no da idea de la importancia de estas ferias. Asciende a unas 4.200 reses, de las cuales 3.600 son de leche y trabajo. Hay alguna partida importante de caballar, del tipo asturcón. Pacen sueltos en las laderas de pelota o de garganta y forman corro cuando presienten algún peligro o se acerca un desconocido. Lo importante de los lunes de Boal y el Gumio son las entradas de vacuno procedentes de las localidades antes citadas y las salidas hacia la parte nororiental de la península.
Hay otras ferias en Boal con una periodicidad anual que tienen una mayor importancia. Coinciden con las fiestas de San Fernando y de San Pelayo y tienen también carácter de romería. Acuden entonces 2.500 cabezas -y algunas veces se han contado 3.000 - de vacuno y caballar.
En la romería se dan cita de tres a cuatro mil personas. Se festeja el santo en su ermita con misa y servicios religiosos y después se hacen compras en gran escala de aperos y víveres para suplir en invierno las dificultades de comunicación.. El paisaje en torno a la ermita de San Fernando es precioso, es como un mirador -según me dicen- desde el que se divisa el más maravilloso panorama que pueda ofrecer Asturias, tan variada y tan llena de panoramas maravillosos.
Y lo más curioso de todo es que el Ayuntamiento no percibe arbitrio alguno por las entradas y salidas de ganado en el ferial ni por las transacciones, aunque algún lunes una vaca se suba a las oficinas del Ayuntamiento a pedir un prado verde de los que circundan a Boal, en vez de llenar ese céntrico lugar del pueblo, centro comercial, que no vería mermados sus ingresos porque las vacas estuvieran en un recinto acondicionado. Pero no quisiéramos con esta sugerencia nuestra que una revolución alterase la tranquilidad envidiable de Boal, esa villa blanca, donde reverbera la luz de un modo singular, convirtiéndola en una ciudad que los días soleados más parece meridional que inserta en la luz suave, difuminada, filtrada de Asturias.
Boal presume justamente de sus ferias y de las del junio, un lugar con Mesones donde los tratantes tienen el arroz como una especie de escritura solemne de compra-venta.


No hay comentarios:

Publicar un comentario